miércoles, 2 de junio de 2010

Mi en clave de rodear el aura de una fresa en submarino

Mi   en clave de rodear el aura de una fresa en submarino


Un poco estrechos en el submarino pero esparcimiento espiritual, paz, armonía, un Kit Kat. Luego, escribimos un cuento infantil, lo registramos, lo montamos, lo ensayamos, lo ponemos en pie, lo estrenamos, recogeremos miles de aplausos y seremos nominados a los Max. Y a la vez, publicamos un libro de auto ayuda, lo convertimos en Best Seller y nos hacemos millonarios. Sin problemas  con los pelos no pasearemos la alfombra roja de los Oscar, pero podremos asistir a las fiestas privadas del evento.

Clara elección por la aventura espiritual. Evidente predilección por la serenidad y la paz en el punto de mira del objetivo. Charla vaga que espera dulces encuentros. Revelaciones de misterios entre palabras y cafés. Mente dispuesta a sorprenderse o a dejarse mecer por tempestades de nadas. Reflexiones que cortan distancias y se alejan hasta universos paralelos. Reflexión constante y ganas de hablar cero. Suspiros compartidos de grandes esfuerzos. Batallas en cámara lenta o a mil revoluciones en estado Alfa, Omega y dos restriego de ojos somnolientos. Premeditación y alevosía trae escondido este cuento.

Un look que valla a juego puede ser el disfraz del mismo sueño o la vieja armadura del más valiente caballero. Elegir, como opción, la túnica del Dalai Lama, no viene al cuento, el color naranja no le hace bien a mi color de pelo.

Elijo el disfraz del sueño.

Zapatillas rosa de andar por casa, a fin de cuentas, viene que ni pintadas para estar estrechos.  Grandiosa elección. ¡Imagina! que espectáculo tan lamentable, si por culpa de una espuela, hubiésemos ido a parar, atravesando vapores de mal humor, al corazón de estrella tan ácida. Azules y rojos. Verdes y morados, celestes, rosas y aquel infierno negro que nos volteó hasta el centro mismo del rojo más espectacular.  Calma chicha en el amarillo y el submarino parado, agotado, resfriado. Gracias, a las aguas de llantos empapando la bata rosa que calmaron, en su popa, esas fiebres altas. Sin el lazo rosa, el rulo y tus rezos, a ver, dime ¿Cómo habríamos podido atar el corazón, a la tripa y  a la cabeza para suavizar semejante sufrimiento de fresa?  Al final, no nos costó nada, pero tengo que bajar mañana a comprar nueva ropa de andar por casa.

De despedida, fue un viaje sereno, oliendo a zumo fresco y ella quedó allí contenta. Tímida y coqueta posó su cabeza y corazón ya serenos en el regazo de nuestros desvelos.  Llegar a puerto un tormento de ahogos generosos, pero nos queda en el recuerdo las risas, el choque de vasos en el aire, los gorgoteos infinitos de nuestros amigos, agotados, de tomar toneladas zumo para poder entregar, limpio, el submarino ya viejo.

¡Nos lo pasamos genial! Pero seamos serios, aquello no fue para nada, un Kit Kat.

¿De donde habéis sacado tal cantidad de zumo?  Preguntaban todos.

¿Será más fácil que crean que estuvimos en Zumolandia con el primo de Zumosol tomando cañas y pinchos de tortilla. Que le hicimos un favor organizando la contabilidad y distribución de los deliciosos zumos que producen sus fábricas o que rodeamos el aura de una fresa en el submarino ya viejo?

Nos miramos en silencio y nos acordamos de Juanito el de los rododendros.

No sé, sólo escribíamos un cuento. 

¿Y tú?, seamos serios, quedaste perfecto, rascando tu cabeza mientras desviabas miradas asustadas.



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